jueves, 19 de julio de 2012

La falta de distinción entre bien y mal es la causa de la delincuencia juvenil

Publicado por Ivan Gil en El Confidencial.

Desarrollar la empatia es el paso previo
para diferenciar el bien del mal.
Las conductas antisociales derivadas de la falta de sentido moral son el principal factor que predetermina a los jóvenes delincuentes, mucho más que la clase social, la necesidad o el origen. Esta es la conclusión de un pionero estudio elaborado por la Universidad de Cambridge mediante el que se analizó durante cinco años el comportamiento de 700 adolescentes, todos ellos menores de 16 años, de la ciudad de Peterborough. El resultado fue que el 60% de los crímenes juveniles registrados en esta localidad habían sido cometidos por el 16% de los jóvenes que presentaron en los informes una clara debilidad moral, es decir, tenían serias deficiencias cuando se les pedía establecer un juicio para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
El estudio demuestra cómo una minoría de jóvenes son los responsables de la mayor parte de los crímenes, al margen de que pertenezcan a zonas residenciales de clase alta o a barrios marginales. Estas conclusiones suponen un importante aporte para definir las políticas de prevención de la delincuencia juvenil, sobre todo en un país como Inglaterra, donde el 23% de los crímenes registrados por la policía son cometidos por menores de 17 años y sólo durante el 2011 ingresaron en prisión más de 2.000 menores.
El director del estudio, el profesor de Criminología Per-Olof Wikstrom, explicó que “muchos jóvenes no son capaces de discernir las consecuencias de un acto delictivo, por lo que no es correcto afirmar que el entorno social hace al ladrón”. Según el estudio, los adolescentes que no cayeron en la delincuencia fue porque percibían este tipo de acciones como algo malo, y no porque temiesen las consecuencias o no fuesen capaces de establecer una relación de causalidad.

Los códigos éticos se interiorizan en la infancia y adolescencia 

Una investigación previa, dirigida por Paul Bloom, de la Universidad de Yale, afirmaba que los bebés ya nacen con un código ético embrionario, aunque otras corrientes de psicología infantil consideran que no, como la liderada por el psicólogo evolutivo Jean Piaget o el estadounidense Lawrence Kohlberg. Si bien ambas posturas coinciden en afirmar que el proceso de socialización durante la infancia y adolescencia es el factor más influyente en los niños a la hora de interiorizar las normas sociales que ayudan a distinguir el bien del mal.
Varios testimonios recogidos en el trabajo refuerzan la tesis final de la investigación. Uno de ellos es el de un joven de 14 años internado en el londinense centro de reinserción Kid Company: “Que me cogiesen robando fue como una segunda oportunidad para mí porque en ese momento me di cuenta de que estaba mal lo que había hecho. Hasta ese momento nadie me dijo que no debía hacerlo y mi madre ni siquiera lo sabía”.
Otro de los casos que conmovió a la sociedad inglesa fue el de un menor juzgado por cinco robos con violencia, tres intentos y posesión de arma blanca. Sus víctimas eran todas niñas y mujeres a las que amenazaba con una navaja, llegando incluso a golpear en el estómago a una embarazada en presencia de un hijo de cinco años para que le diese la cartera. Este joven delincuente defendió en su página personal de Facebook la selección de sus víctimas: “No soy más que un matón y no me voy a enfrentar a adultos que puedan conmigo, por eso me meto con las niñas”.

La empatía como condición previa para desarrollar el sentido moral 

El director de la organización Nacro, Graham Haya, cuyo cometido es reducir los índices de delincuencia juvenil, apunta que la clave para prevenir estos delitos es “inculcar actitudes positivas y enseñar a enfrentarse a los problemas cotidianos”. Las normas y valores, incluida la diferencia entre el bien y el mal, se interiorizan durante esta etapa vital, que posteriormente determinarán la personalidad y la constitución de la identidad.
En este rol juegan un papel importante la escuela y la familia. El desarrollo del autocontrol y el énfasis por remarcar los límites morales son los elementos en los que se debería centrar la educación de los jóvenes, según recomienda el estudio. “Hay que desarrollar políticas educativas que fomenten la moral de los jóvenes, lo que les ayudaría a tener un mayor control de sus actos”, apuntaba Wikstrom en una entrevista en el diario The Independent.
La empatía es otro factor imprescindible sin el que no es posible llegar a desarrollar plenamente el sentido moral, pues para discernir lo que está bien de lo que está mal habrá que tener la capacidad para ponerse en el lugar de los demás y reconocer lo que es bueno o malo para ellos.
La interacción y la expresión de emociones negativas o positivas son cruciales para entender los deseos de los demás y aprender a tenerlos en cuenta. En el desarrollo de la empatía influyen negativamente algunos trastornos psicológicos como la personalidad antisocial, que aleja los remordimientos de los individuos. Estas personas sólo tendrían sentido de la culpabilidad cuando infringen sus propias reglas, pero no cuando traspasan las normas básicas de convivencia social.

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